al siguiente capítulo lo llamaron el séptimo continente. aunque no llegaron tan lejos. Clara empezó con la cómoda: le dio martillazos. Alejandro rompió todo lo que pudo romper en el baño. consiguió una guitarra a bajo precio y la destrozó contra la cama y la radio y el ventilador chiquito. entre los dos se deshicieron de la vajilla, los vasos, unas pocas copas, comida que había en la heladera, la heladera, la cocina, las lámparas. tiraron de la mesa el televisor y explotó contra el suelo, luego el reproductor de video digital, después el teléfono. entre los dos, y como si hicieran el amor, destruyeron todo lo que había a su alcance: incluso recuerdos de los tiempos más felices, libros que habían comprado juntos, dibujos que alguno de los dos había hecho, cuadernos de viajes, fotografías, álbumes de cumpleaños o noches en la costanera. todo quedó desparramado, destrozado, violado, despreciado, adjetivado con lo peor de cada uno, lo peor que se habían dado y lo mejor que habían perdido. al final, los dos estaban recostados en la oscuridad, sobre los escombros, tomando una gaseosa barata, exhaustos, casi mudos, semejantes a gusanos o clítoris o babosas o túneles hormigueros
habló él, con una tranquilidad que podría haberme asustado:
-fue inevitable, Clara… debía sacar a esa puta que tenías adentro…
-…pero me sacaste a la hija de puta que tenía adentro
aunque ninguno de los dos lo vio, ambos sonrieron porque la palabra puta fue la primera que comprendieron juntos y pusieron en práctica, de una forma o de otra, pero siempre como imperativo íntimo
después ella encontró alcohol (vodka o vino, quién sabe) y se lo echó encima mientras se desnudaba en el centro de la destrucción y él empezaba a frotarse por encima del pantalón. la poseyó con fauces en las manos, con ternura de violador, con mirada de limón y de incesto. ella lo recibió con la frialdad de una historia universal de la explotación y el sometimiento, con desprecio de raza más que de género y con miedo mal fingido. después terminó de hacerse de noche y la Luna empezó a caer por la pared y uno de los dos cerró los ojos. el otro se vistió
ahora podés andar por la noche como una babosa como una criatura del infierno como una beba malparida deseando otro instante de alivio y otra hora de dolor pero mirame mirame bien tu nombre me contiene tus ojos me contienen tus manos me contienen tus piernas me contienen tu sangre me contiene tus vísceras me contienen tu intestino me contiene no hay vos sin mí a través de este suicidio siamés sólo logramos encaprichar al mundo para ser dos mitades de un átomo que se odian
de ahí puedo brotar otra ternura y me mirás dormida porque yo agarro un dedo y toco tu pelo y toco tus venas que pierden mi color y toco tu concha, con un dedo toco el borde de tu concha voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu conchita se entreabriera y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar hago nacer cada vez la concha que deseo, la concha que mi dedo y mi pija eligen y te dibujan entre las piernas una concha elegida entre todas con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano entre tus piernas y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu concha que se moja por debajo de la que mi mano te dibuja
y así habrá siempre un hueco donde tirar piedras Clara donde tirarte a ti y desmembrarte y romperte toda porque ahora estás a mi lado por última vez ahora dejas de ser mía para ser simplemente
y ser todo lo que yo dibujé
el otro dormía, ella bebía:
-pero yo podía estar segura de que íbamos a triunfar de una forma o de otra. bueno, esto tiene que ser una forma del triunfo, otra forma, digo, otra. porque no quiero aceptar el fracaso. yo, Clara, nunca nací mujer. me fui haciendo mujer a medida que iba aprendiendo de bombachas y pitulines hasta que entendí que eso no tenia nada que ver con ser mujer, pero sí la rebeldía y la elección, la decisión y la aceptación de las cosas que no te decían. después de eso, después de decidirme así, usar pollera o afeitarme las axilas eran decisiones políticas. y me hacía a cada ratito, te lo juro… iba triunfando en mi forma de ser mujer sin vientre (también por elección).y te conocí en esa comisaría, todo chiquito como un pájaro en la lluvia y después me pareció bien definir y medir mi feminidad en base a tu presencia, tus manos, tu pija, tus palabras, tus actividades, la forma de amarme o lo que hayas hecho. y fui triunfando también y me dí cuenta de que vos eras el mismo hombre que eras antes de conocerme, que a la definición de tu masculinidad mi presencia nada agregaba aunque sí complementaba, y la complementaba con todas las letras de la ley. y me sentí sola. vos nunca vas a saber ser mujer. no es un reproche, porque yo tampoco voy a saber ser hombre. pero es algo que una debe pensar, ¿sabés? al final, estaba un poco sola y no te culpo, pero me confundo. me enseñaste a ser mujer, sí, quiero decir que con vos yo aprendí a formar esta mujer que soy y también a romper, destrozar, matar la esencia de mi ser mujer y la posibilidad de crear a otra mujer separada de mí. sí, lo destrocé todo por vos y por mí, individualmente. y ahora soy inaprensible
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