la vida invisible en Orestes

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tengo un mapa estelar que robé de la escuela cuando era chico (uno de éstos días iré al cráter y mirando el cielo, marcaré todas las constelaciones que llegue a ver)
hay algunas fotografías que encontre en la calle
un cuchillo que usé para matar a un pájaro mal herido
una patita de pájaro sacrificado
una bombacha de ella que ella me dio
una cabeza de plástico que encontré en un arroyo
un teléfono viejo
un disco vinilo que me regaló un tío y no se puede escuchar
y algunas cosas más que, ahora pienso, si llegara a irme de acá, no llevaría o las llevaría al cráter y que ahí se las trague la tierra


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esta extraña molestia (y no culpo a nadie). siento una fuerte ira sin destino ni origen, sin brazos, nada. la ira flota como una lira. y parece tocarlo todo, manoseando. toca los recuerdos y las manos que me tocaron. toca monosílavos y mentiras. toca las puertas del infierno. y yo, solo, calladito, dejo fluir la ira errante, trotamundos y despreciable. no me contengo, no necesito gritar. tan sólo cerrar los ojos, no mirar ni oír. respirar como si estuviese vivo. como si viviera en algún lugar y dejarme flotar junto a mi ira de brazos azules, de pelos como plumas, de cabello como alas y melena de alto vuelo y boca noble. puedo lograrlo. decímelo. susurrame una respuesta inventada al oído. una excusa para escuchar a un recuerdo mentirme como la primera vez, mientras me dejo perder por la ira que lo abarca todo y forma cráteres donde no los hay. y deja estrellas donde no las hay. y rompe todas las cosas sanas y decentes de este pueblo


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(por mucho que lo intento (aunque en realidad no lo intento demasiado), no puedo despegarme de esta sesanción de final y de partida que tengo cada vez que me despierto y que me voy a dormir. esa sensación épica, magnánima, sinfónica y ceremoniosa. es Carmina Burana en el baño. es Hércules jugando con los soldaditos de plástico sobre la alfombra vieja, enorme y pseudopersa de la tía. es hacer un bollito de papel y arrojarlo con toda la fuerza del Sol. es romper con ira y furia divinas una hormiguita. es asumir que la dificultad de meter la llavecita pequeña en la ranura equivale a una guerra de dimensiones bíblicas... y aún así, por debajo de todo eso, como un arroyo chiquito, subterráneo; y por encima, como una capa de mayonesa, está mi indiferencia completa, exacta, precisa, matemática, dulce, y el deseo tenue de rajarme de Orestes)







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