a veces salíamos a caminar. esperábamos el crudo del invierno para dos o tres semanas más adelante. según decía, luego sería casi imposible salir y de todos modos la mayor parte del Mercado Viejo habría emigrado a la zona cálida, creo que las costa que abarca Verlén y Nouvelle París. así que comprábamos fideos, latas de conserva, bidones de agua, leña, velas, ropa, encendedores y fósforos, libros flores, plantas, legumbres, vinos, frutas, hasta tuvimos la intención de comprar un televisor, pero a duras penas nos alcanzaba para gastar en cigarrillo como único lujo
-va a ser lindo el encierro- decía ella de vez en cuando, sin ironía alguna
yo creo que pensaba que abriría las cortinas y vería un desierto blanco rosado bajo el cielo morado, alguna forma de presagio o ridiculez
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