(panacentaura de Marte)
bebimos lo suficiente como para sentirnos derrotado por algunos insectos que no logramos atrapar y nos tendimos en el suelo, en la alfombra persa que nos vendieron en el Mercado Viejo. sólo quedó encendida una lámpara tenue, debajo de un velo anaranjado de ella
la vi dormirse. vi el momento exacto en que sus ojos se cerraron para siempre. le olí la mejilla. sentí que era una beba de metro y medio y un poquito más
la noche leve callada me dejó pensar en el paisaje que llegamos a ver desde el carguero espacial. en algún momento, la Tierra había desaparecido y los mapas se perdieron del todo. pero llegamos a ver ese vacío de la distancia total, la incapacidad de decir nada al punto de dejar de tocarnos, dejar de mirarnos y abandonarnos al menos hasta que anunciaron la comida.
me dormí con su cabeza en mi cuello
y me despertó al saltar de la alfombra gritando
-¿ estás bien ?
temblaba, respiraba agitada, las mejillas coloradas. me miró, miró a su alrededor. caminó hasta la ventana y se quedó ahí un ratito: se alejaba, recién salido de la torre de despegue, una nave. el estallido la había despertado mal
-sentí que me atravesaba el pecho… te juro, sentí que me entraba de lleno en el pecho. pero no era una nave… era un tren
noches así eran usuales
.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario