diccionario del cisne

madrugada









cuando volví, la avenida Regimiento de Patricios ya no era la misma. seis años en el exilio no me enseñaron nada. la avenida era otra: más delgada y clarita de baldosas blancas y enormes que no dejaban ver los baches y grietas de antaño. era un algo agradable y sintético. ahora estaba chata, salvo por los negocios que habían quedado a setenta centímetros sobre el nivel del pavimento
sin embargo la gente era la misma

-y vos tenías una sombra en los ojos que no se te fue más

el mismo silencio respirable, el mismo ahogo con olor a guerra pasada. no soporté aquella nueva avenida donde a pesar de la nube espesa posada en la Boca para siempre, el sol rebotaba inexorable
sobre todo no puede más imaginarla a ella descendiendo hacia el parque, tan azul y sus piernas blancas ahora confundiéndose con esas veredas feas

-no se puede no mirar. tenés esa sombra espesa en los ojos para siempre. por eso no volviste a llorar, por eso

me instalé de una vez en la pieza de Alvar Nuñez. a veces me sentaba en el patio y miraba la cabeza de vaca fijada en el marco de la puerta de la casa. todo el tiempo se oían los camiones y colectivos que entraban y salían del taller de la otra cuadra. salvo por eso, y a excepción de algún grito de los bolivianos de atrás, y la música en la calle Bransen, que decae hacia el anochecer... la ciudad es fría a fines de julio, pero me gusta donde vivo. ella no estaba ya por culpa de esas veredas nuevas y el pavimento lacio. yo a penas respiraba, pero me sentía bien

-pero yo te decía siempre...

a las 4.48 de la madrugada me miraba en el espejo empañado
pensaba en la ciudad por la ventana pensaba esa vida naif me miraba en el espejo
me veía volver las calles deshacer las malas huellas retornar las veredas incómodas de ochenta centímetros sobre el nivel del pavimento y sus pasos de chinitas negras
en el espejo apretaba los labios y cantaba una canción de invierno . un instante de volver en la madrugada de julio caminando el centro de un espirar en una ciudad de niebla y con un interior hueco lleno de viento una cáscara vacía que se nubla pasos sin huellas y los brazos apretando el cuerpo ante el humillante frío del pavimento brillante de rocío. solo

-y si no me quisiste escuchar fue porque tenías las orejas sucias a propósito

me compré una mecedora en una negocio de antigüedades de San Telmo. la instalé como si fuera una jaula al lado de la ventana que da a Alvar Nuñez y me senté a tomar mate. y miraba por la ventana y tomaba mate y pensé en esperar a mis nietos. pensé en contar las horas que faltaban para que los botines de fútbol en miniatura y las trencitas entraran corriendo a abrazarme y recibir un huevo de chocolate o una bofetada. pensé que vivir así era lindo y no pude preocuparme más por imaginarla a ella caminando torpe y antiestéticamente por esas veredas modernas














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2 comentarios:

Anónimo dijo...
Este blog ha sido eliminado por un administrador de blog.
mélan dijo...

la belleza siempre es inútil. pero acá no hay ni se pretende que haya belleza.
y los anónimos son una idiotez.