(panacentaura de Marte)
en Argentina vivíamos en un ph. entre dos edificios, nuestras ventanas daban a una pared. no teníamos salida al cielo. ella pensaba que si una noche nos brotaban alas no podríamos salir de ahí. lo dijo con angustia. y fue razón suficiente para mudarnos de una vez. viajamos en el primer carguero de contrabando y dos meses después despertamos acá, en Sainuro, bajo el cielo morado
acá pasamos las noches despiertos, mirando por la ventana. cerca del puerto, llegamos a ver los despegues de madrugada. los estallidos de los cohetes llegan a nosotros tenues pero intactos. a lo lejos se elevan como insectos hacia el espacio, de vuelta a nuestro origen. ella sonreía y de vez en cuando se miraba la espalda, la parte de los omóplatos. “dos muñones de alitas”, decía esperando algo que ella no consideraba milagro, sino algo que sólo había que esperar
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