(una cartita lésbica)

  




sólo no puedo decirte todo lo que nunca jamás, sin pensar siquiera con el corazón que se me empequeñeció, que se brotó y congestionó y salió para afuera entre mis piernas, como si estuviera pariendo un recuerdo antiguo, de esos que las viejas tienen durante más decadas de las que pueden contar en un baulito de madera en la cómoda, en el mejor de los casos. es tan fácil caer bajo tu foco, tu mirada digo sin decir mirada, tu juicio y sentirme una idiota sin par, tal vez, sólo tal vez, para que vos vengas y me digas que no, y me acaricies el pelo como a una mocosa o perrita, para que vengas y hagas cualquier cosa que sé que no vas a hacer. y te juro que soy las dos, con todas sus tristezas y también moviendo dos colas a la vez. sé que apenas te fuiste ayer a la mañana (mientras dormía, maldita). sé que no tengo el real derecho de extrañarte, ni siquiera de decírtelo. y no lo digo, pero pienso e imagino y hasta fantaseo, como una boluda. después voy a revelar las fotos, voy a ver cómo tu carita aparece como una epifanía en la hoja, en la luz roja. y digo epifanía porque es una palabra bien fea, bien detestable, bien arrogante y estúpida. epifanía, Estefanía, qué horror... y vos vas a aparecer como una Estefanía de telo de provincia. y ahora digo telo de provincia porque sé que en la luz roja voy a humedecerme de sólo verte y a desearte de sólo verte y hasta tocarte de solo verte. estoy bastante segura de que nunca te van a llegar estas palabras, que de todos modos son en vano. pero no me importa. una vez que tenga tu foto, sé que voy a tener tu alma, o al menos tu vagina, al menos un poco de perfume tuyo en la almohada, entre las sábanas, algunos pelitos (de los largos y de los torcidos cortitos, todos rubios). voy a adueñarme de lo que no tenga nombre y a poner uno de los retratos abajo de la almohada y en el baño, para que me mires ser humana y plebeya, siempre tuya. hasta que se me vayan las ganas.















   

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