la vida invisible en Orestes

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hay una laguna. un borde que se abisma. una forma de espada y estrella. rompiente y cedro. todo lo que la noche no admite. la noche definida en éste pueblo que no admite noche sino un aplicado sueño. un sueño devorador, que trague todo lo que los verleneses llaman pecado. en este lugar, es mi cubil la deformación. la desintegración de las tareas de las horas.  una profunda negación
acabo de eyacular. todo mi pasado puede evaporarse ya. no mataré a nadie. no suicidaré a nadie. perdonaré y olvidaré como lo haría un dios marciano. y al hacerlo, me convertiré en adulto y aborigen. y podré irme sin que mi partida admita la palabra huída ni la palabra exilio ni la palabra destierro. tampoco será búsqueda. soy Orestes, soy aborigen. y estoy solo. soy un dios y decreto que aquí, con esta palabra, empieza mi vida
(dentro de tres días, juntaré mis souvenirs y recuerdos, los pondré en bolsas de basura y los enterraré en el cráter, donde ni el río ni el mar llegan. la tierra se encargará del olvido y el tiempo de la inexistencia)














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