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él semejante a lo que es un vampiro en mi imaginación, semejante a un mosquito blanco, de rizos inadmisibles y patitas de vedette, la mira y le dice:

-yo… no estoy… bien

son tres afirmaciones en esa oración infernal. ella lo mira desde el reojo de la pena. una de las sensaciones más desoladoras es la de ver a un hombre tan lejano, tan alejado, tan convertido en caracol. nadie pensaría que Antonio o Santoro o Fernando es hermoso. al menos no en esas circunstancias, en ese transitar noches aberrantes en un bestiario invertebrado con los ojos multiplicándose por la piel como si fueran lunares, es decir, como si fueran enfermedades de la piel. ella ya no piensa en lo que pensaba la tarde de la playa y para él la tarde ya no ocupa pensamientos, ni siquiera un lugar en el mundo. entre sus manos, la anatomía de una sombra. podría atestiguarlo durante toda mi vida. podría dedicar mi vida a mirarlo como un astrónomo y como una mujer enamorada. podría recorrer todas sus fases con mis ojos sin decir una sola palabra, sin emitir emoción alguna, sin juzgar ni siquiera con el cuerpo aquél cuerpo desvaneciéndose. seguirlo por las grietas y los pliegues de la cortina en sus tangos más siniestros que Remo hasta que los asteroides que lo rodean lo dejen por fin, lo abandonen en su río y muera. quisiera atar mi vida al resto de la suya y ser mudo para él. después volver de la guerra del silencio, a casa, a mi burguesía, a mi forma de ser mentira y proyectar imágenes de ese Samsa leve y sin nombre sin cara y cierto









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1 comentario:

gagatorio dijo...

oh, lo has hecho de nuevo...