no hay revelación ni epifanía




ahora voy a bajar la escalera en silencio y la madera va a rechinar como si mis pasos fueran los de un asesino. voy a cruzar la puerta de la cocina donde apenas entra una claridad nocturna de película vieja. adentro de la heladera está el juego. en la ventana se refleja la imagen de mi vampiro, toda de vidrio bebiendo jugo de limón en polvo. del otro lado de la ventana hay un lugar, un patio donde las plantas e insectos, llega la luz de la luna. y ruidos antiguos. una conferencia de blasfemos
noches así se perciben en el desierto. este vacío mío lo lleno con los papeles que vos dejás por el camino. desiertos así me sobreviven cada vigilia, como si fuera el último en salir ileso de un incendio y perdí la memoria
o mi memoria cobró vida propia y se esparce como influenza en invierno, como animales fugados del zoológico, como autistas repitiendo entre las calles y las casa cada uno de los momentos de mi vida, todos enmarcados en la figura del fantasma. una biografía urbana en movimiento latiendo como el corazón de un cocainómano, mi memoria, todos los caminos de mi cara presente. mi invisible rostro. mi semblante ciego
un cementerio en el bosque
un jardín con patíbulo en el fondo
una iglesia que promete la chande de pedazo de madera atravesado las veces mi garganta
llamalo suicdio
hoy quiero extraerme la piedra de la razón impura













( n )

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